El ciclo de los días, aspirados por un voraz gigante
mascando tanta historia que podrías cantar, como Blind Willie McTell
we got to meet death one day
el tráfico, al que ahora llaman movilidad
la salud, a la que ahora llaman sanidad
la vida, a la que siguen llamando trabajo
tanta letra ajena: éste y aquel titular
el concepto, la tesis, la vida sin dios
la palabra despojada hasta hacerla mensaje
así, trece horas al día, cada día, hasta el punto mentecato de
como me sucedió no sé cuándo, en el cuarto de baño del diario
(porque también allí bebemos, segregamos y nos desorientamos, atemporales)
de no saber, tras la puerta cerrada de la cabina
qué planeta o turbulenta lejanía había dejado afuera
del otro lado de la puerta cerrada de la cabina
es decir: allí dentro, en el descompuesto sagrario
tuve la sensación, no del todo sombría (al menos la primera vez)
de no saber qué encontraría al salir
¿la casa dónde nací?, ¿el edificio de las masturbaciones adolescentes
donde, una noche, creí ver, sobre los tejados tropicales
la sombra febril y revoltosa de Satán?
«afuera está el diario, el lugar al que vengo, llamado por un deber o quizá
por el olor irresistible del cañón de un arma caliente», me dije
tras pensarlo (y eso fue lo terrorífico: necesité pensarlo para estar seguro)
para volver, al instante, al desconcierto inicial: ¿una dependencia
administrativa?, ¿una morgue? ¿un lugar que no conozco en absoluto
qué no es mío, que no he visitado antes ni visitaré jamás?
no se trata de que me hayan
robado el caballo
se trata de que han robado el jinete
y Blind Willie McTell
cantaba allí afuera:
moanin’ like a turtledove
[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=CaR7QnH_8ag]
Leo. Pienso. Releo. Vislumbro.
Sigo sin poder cantar como Blind Willie McTell.
Yo tampoco puedo, Sergio. Ni siquiera a las siete de la mañana. Gracias por vislumbrar.
Cómo me gusta éste, duele como el golpe en la mesa que nos dan para comprobar si estábamos dormidos.