La fiebre de la cirugía estética en Corea del Sur

27/05/2013
© Ji Yeo

© Ji Yeo

Las mujeres de Corea del Sur entran en los quirófanos de cirugía estética con mucha mayor frecuencia que las de cualquier otro país del mundo. Las estadísticas per cápita —elaboradas a partir de la aplicación del factor de población sobre los informes de número de operaciones de la International Society of Aesthetic Plastic Surgery (Sociedad Internacional de Cirugía Plástico Estética)— colocan al país a la cabeza, con 74  intervenciones por cada 10.000 habitantes, muy por encima de los siguientes en el ranking: Brasil (55), Taiwán (44), los EE UU (42) y Japón (32).

El boom de la cirugía plástica en Corea del Sur es de tal calibre que algunos cálculos dicen que entre el 15 y el 30% de las mujeres del país se han sometido a algún tipo de procedimiento quirúrgico para modificar su figura. El porcentaje se dispara exponecialmente si sólo se incluye a las menores de 30 años. Las clínicas estéticas proliferan en el país, que es visitado por un creciente número de turistas estéticas, llegadas sobre todo de naciones cercanas (China, Japón, Tailandia, Taiwán…), que buscan ser operadas en Corea del Sur.

Cuando leyó las estadísticas —compiladas por primera vez con carácter universal en 2010—, la joven fotógrafa Ji Yeo, nacida en Seul, decidió ponerle cara a las muchas de sus compatriotas que deciden hacer frente a operaciones invasivas y con frecuencia de dolorosos procesos de recuperación. El fotoproyecto Beauty Recovery Room (Sala de recuperación de belleza) quiere mostrar «el costo físico que muchas mujeres coreanas pagan al adherirse a las presiones sociales para  alcanzar la belleza; específicamente, un aspecto más occidental» y cómo la cirugía estética «se ha convertido en una parte integral de la Corea actual».

Las fotos de Ji Yeo son las imágenes de una perversión cultural derivada de «un ideal transmitido por los medios de comunicación» y del avance irreflexivo de «una cultura en la que los hombres son juzgado según su balance general financiero y las mujeres por su belleza», dice la artista, que no se anda por las ramas al establecer una causa del boom de la cirugía plástica: «Corea se ha convertido en una sociedad orientada a la belleza donde las personas son juzgadas más por su apariencia que por su carácter».

Las mujeres que aparecen cortadas, magulladas, con cicatrices que tardarán tiempo en curar y recuperándose de duros procesos de anestesia general, han «caído en la trampa» de querer cumplir ciertos patrones de belleza «en aras de la vanidad». Someterse a operaciones complejas e innecesarias —no relacionadas con problemas físicos, malformaciones o consecuencias de accidentes o enfermedades— «ya no se considera una conducta de riesgo extravagantes, sino todo lo contrario, se ha convertido en algo común», en «un paso integral en el proceso de superación personal» que deben afrontar las mujeres.

En Beauty Recovery Room —que no es un proyecto basado en la fácil y manipuladora opción del antes y el después— es posible advertir algunas de las peculiaridades que motivan el éxito de la cirugía plástica del país, que presenta matices diferenciales con respecto a las tendencias más en boga en otros países. Aunque también son habituales los aumentos de pecho y las liposucciones, la operación más popular entre las mujeres de Corea del Sur es la llamada blefaroplastia asiática, que tiene la finalidad de conseguir que los ojos sean mayores y, supestamente, más expresivos, elimiando los característicos ojos rasgados. También son muy frecuentes las manipulaciones de los mofletes, la mandíbula y las pantorrillas.

«Me ha impresionado la clara distinción entre las mujeres que fotografié en Corea y las occidentales que se someten a cirugía. Mientras que en los EE UU las mujeres a menudo se centran en la modificación de sus cuerpos, en Corea las mujeres se centran más en ajustes faciales tales como: hacer sus ojos sean más grandes y más amplios, lo que minimiza los pómulos y las líneas de la mandíbula, y hacer que el arco nasal sea más estrecho», dice Ji Yeo, que considera estas particularidades relacionadas con los «valores tradicionales» de «feminidad aniñada e inocente» que reinan en el canon masculino de su país.

Después de fotografiar a varias decenas de pacientes recién operadas, la fotógrafa, que sólo centró su trabajo en las operaciones que exigen pasar por el quirófano —dejó fuera, por ejemplo, las inyecciones de toxinas— sigue fiel a su reflexión previa: «Estas mujeres están dispuestas a gastar miles de dólares y soportar cortes extremos, magulladuras y cicatrices con el fin de alcanzar la belleza. Por supuesto, se trata de la piel y el peso, la estructura ósea y la proporción, pero sobre todo y para mí, se trata de la cantidad de mujeres que están dispuestos a sacrificarse en busca de lo que creen que es la perfección. Estoy interesada en el residuo visual de ese sacrificio».

© Ji Yeo

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[Escrito para Artrend – 20 minutos]

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