La fotógrafa inglesa Jane Hilton ha entrado en algunos de los burdeles de la única jurisdicción administrativa de los EE UU donde la prostitución está consentida y regulada por ley, el estado de Nevada. El resultado es Precious (Preciosa), un fotoensayo con retratos clásicos de las mujeres que trabajan en algunos de los 28 prostíbulos con licencia instalados en zonas desérticas y yermas del amplio paisaje del estado.
Las fotos, que se exponen en la galería Eleven Fine Art de Londres hasta el 25 de mayo, muestran a las prostitutas posando en sus lugares de trabajo. Son imágenes pactadas, de composición cuidada e iluminación suave, entre las rendijas de cuyo academicismo se cuelan detalles reveladores sobre las circunstancias en que se desarrolla el negocio.
Hilton frecuentó por primera vez los burdeles legales de Nevada cuando trabajó en un documental de la BBC en 2000. En aquella ocasión visitó un par de prostíbulos de la capital administrativa del estado, Carson City (la económica es Las Vegas), el Moonlite Bunny Ranch y el Kit Kat —ambos gestionados por Denis Hof, un personaje público y de cierta fama en los EE UU por sus apariciones en televisión y apoyo a causas políticas republicanas—. La fotógrafa regresó en 2010, convencida de que en los ranchos de prostitutas del estado había material para un buen fotoensayo.
Para Precious, Hilton decidió no limitarse a grandes emporios, como el Moonlite Bunny Ranch —con una plantilla de varias decenas de chicas y donde han trabajado como estrellas invitadas algunas actrices muy conocidas del porno audiovisual—, sino que visitó once locales, entre los que incluyó negocios modestos como Shady Lady’s y Angel’s Ladies, en las cercanías de Beatty, la puerta de entrada al Parque Nacional del Valle de la Muerte, donde en ocasiones la plantilla es de solamente un par de trabajadoras.
La fotógrafa, que convivió con las prostitutas viviendo en los burdeles, intenta que las fotos permitan “abandonar las ideas preconcebidas” sobre las mujeres que se dedican al negocio, procedentes de “muy diferentes orígenes culturales”, así como “poner en duda el canon tradicional de belleza”, ya que se trata de personas de “muy distintas edades y estilos de cuerpo”.
Eligió cámaras de gran formato y película química que exigen meticulosos preparativos. Lo hizo para exponer a las modelos a una posición de «vinculación emocional» con la experiencia de ser retratadas. “A medida que se hacían tangibles las cuestiones sobre sus apariencias y sus cuerpos, también aparecían emociones y sentimientos sobre sus trayectorias como trabajadoras. En algunos casos, se trató de experiencias muy positivas y catárticas”.
Hilton cita dos de las acepciones de la palabra precioso para apuntalar su relación con las mujeres retratadas. “Precioso es algo que tiene un valor único y también alguien a quien amas o quieres. Lo que la gente considera precioso es tan subjetivo como la belleza misma. Tras recoger los testimonios, dignidad y firmeza de carácter de estas mujeres decidí titular la serie Precious porque para mí todas ellas son preciosas”.
Entre las mujeres que posaron para Hilton están Chelsea, una ex toxicómana y adicta al sexo que quiere dedicarse a estudiar medicina legal para ser forense; Cassie, una muchacha optimista que desea dedicarse a los negocios, tener éxito y ser filántropa; una joven —no quiso dar el nombre— que fue testigo del asesinato de su madre por un marido maltratador; Nikki, que ahorra dinero para afrontar la educación del hijo al que cría sola, y Sonia, una mujer casada de 52 años que es escritora y se ha trasladado a vivir en un burdel con su marido para redactar un libro sobre la experiencia…
Aunque los retratos de Hilton no tienen nada que ver con la crudeza documental de la obra de los muchos reporteros que se han interesado por la prostitución —entre ellos Susan Meiselas, Alex Majoli, Patrick Zachmann y Miguel Rio Branco—, las fotos permiten una composición de lugar que no siempre conduce a la complacencia: paredes maltrechas, mobiliario con demasiada edad para seguir en uso, casetas sobre ruedas instaladas como lugares de venta de sexo en un paraje de inhóspita soledad…
En el mundo hay entre 40 y 42 millones de mujeres que se dedican a la prostitución, según estimaciones recientes. Un millón trabajan en los EE UU, casi todas ellas en la ilegalidad, porque sólo en Nevada hay leyes que permiten el trabajo desde la segunda mitad del siglo XIX. La legislación es restrictiva —sólo se consienten los establecimientos con licencia administrativa y situados en zonas despobladas— y algunos condados metropolitanos prohíben la prostitución, entre ellos los más poblados del estado, Las Vegas y Reno.
Qué bueno..! Gracias !