La distopía más influyente, 1984, publicada en junio de 1949, consumió a George Orwell, que la escribió en una casa aislada y sin luz. Murió un año después ,tras predecir el espanto de la conspiranoia
Cuando llega a su puesto de trabajo, el Poder ya tiene información de diversa índole sobre las actividades matinales de Juan Nadie. Saben que desayunó café en un bar de su barrio, que compró un diario deportivo y cigarrillos, que puso 10 litros de gasolina sin plomo, que superó tres veces el límite de velocidad…
Pagó todos los gastos con una tarjeta-monedero que dejó un perceptible rastro magnético y su coche fue captado por varias de las miles de cámaras de vídeo-vigilancia instaladas en la ciudad.
Al encender su equipo informático, se dispara automáticamente una pequeña aplicación instalada por su empresa en la intranet colectiva. La llaman Rastreo de Buena Disposición y registra desde las canciones que oye Nadie en una emisora on-line, hasta los mensajes que escribe en su red social. También, desde luego, su rendimiento cualitativo y cuantitativo como trabajador.
Doblepensar, neolengua
Al llegar a casa, la operadora de voz y datos de Nadie detecta que se dedica a descargar una película. Queda también constancia de que ha hablado con el mismo número al que llama a diario varias veces. Es su amante. Eso también lo saben.
¿Orwelliano, verdad? Con la aprobación de una o dos leyes y sin ser demasiado conspiranoico, podría ser, además, real. La distopía (utopía negativa) soñada por el inglés George Orwell en la novela 1984 cumple 60 años.
Leída con fruición y traducida a casi cien lenguas, ha sido responsable de la nomenclatura del pánico que padecemos: la vigilancia que nunca cesa, el doblepensar (creer con determinación en ambos polos de una contradicción: por ejemplo, la guerra como vía hacia la paz), la neolengua de revelación y ocultación de los líderes, la Policía del Pensamiento, la Habitación 101 (donde habita el peor de los horrores de cada uno), la reescritura de la historiay, claro, el Big Brother (GranHermano), líder, dios pagano y juez supremo.
La novela fue editada el 4 de junio de 1949 por la modesta empresa Secker & Warburg, que tenía predilección por los escritores de la izquierda antiestalinista. Orwell lo era y compuso la figura del Gran Hermano a imagen y semejanza del soviético Stalin. Unos mesesantes, el novelista había entregado al Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido unalista con 135 nombres de supuestos simpatizantes del comunismo (entre ellos Charlie Chaplin). Insinuaba que cualquiera de podría haber cambiado de chaqueta si los nazis hubiesen ganado la Guerra. Los totalitarios, pensaba, sólo desean el totalitarismo.
El libro en el que nos profetiza, que deseaba titular The LastMan in Europe (El último hombre de Europa), le costóla vida. Se sentía «exprimido como una naranja»por el periodismo y apenas tenía dinero. Se encerró en una casa aislada y sin luz eléctrica en Jura, en las lejanas Hébridas. Escribía con un candil de parafina, fumando con ansioso apremio picadura liada. Comenzó a escupir sangre. Tuberculosis. En diciembre de 1948 entregó el manuscrito.
Poco más de un año después, el 21 de enero de 1950, a los 46 de edad, Orwell murió. Estaba solo en la habitación de un hospital. Ninguno de sus biógrafos anota si era la 101 que ocupamos ahora nosotros.
SUEÑOS NEGROS QUE ESTÁN AQUÍ
Diez distópicos que anticiparon la crueldad que se nos ha venido encima.
Alfred Jarry. Ubú, déspota vulgar, glotón, deshonesto y cobarde, sirve a Jarry (1873-1907) para predecir a tiranos como Silvio Berlusconi. Ubú Rey (1896).
Aldous Huxley. El uso perverso de la psicología y las tecnologías de reproducción asistida son avanzados por Huxley (1894-1963).Un mundo feliz (1932).
Karel Capek. El checo (1890-1938) profetiza las guerras étnicas y aventura el avance de los fanatismos. La guerra de las salamandras (1936)
Ray Bradbury. La dictadura del hedonismo, la represión de la tristeza y la persecución de la duda, anticipadas por Bradbury (1920). Fahrenheit 451 (1953)
Frederik Pohl. Las megacorporaciones, dueñas del mundo, dictan las leyes, prevé Pohl (1919). Mercaderes del espacio (con Cyril Kornbluth, 1953)
Richard Matheson. En esta novela donde los vampiros son mayoría, Matheson (1926) presiente la persecución del diferente y el enfermo. Soy leyenda (1954)
Anthony Burgess. El escritor inglés (1917-1993) alerta sobre los métodos conductistas de remodelación del carácter. La naranja mecánica (1962)
Philip K. Dick. ¿Qué distingue a los humanos de las máquinas?, se pregunta Dick (1928-1982). ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968)
J. G. Ballard. El gran Ballard (1930-2009) habla de un edificio inteligente que condiciona la forma de pensar de sus vecinos. Rascacielos (1970).
William Gibson. La virtualización de la vida, el sexo y los sentimientos, anunciados por Gibson (1948). Neuromante (1984).
[Esta pieza fue publicada el 28 de mayo de 2009 por el diario 20 minutos. Aquí la puedes leer completa en PDF]