«ME LLAMO GENNET». Eso dice el titular de arriba. Una frase muy corta: 13 letras. Poca cosa en elmundo verbo acústico que poblamos con grandes titulares, gritos innecesarios, soflamas vacías y eslóganes malintencionados. Para ella, Gennet, las 13 letras tienen otra trascendencia: el tacto de una mano contra otra mano, hablando en el alfabeto dactilológico de los sordociegos.
Se llama Gennet Corcuera y nació, hace 25 años, sin dos de los cinco sentidos.Visión y audición, cero por ciento: ni siquiera manchas de color, ni siquiera un zumbido remoto. Dentro de unas semanas, Gennet empezará a estudiar en la Universidad de Alcalá de Henares. Es la primera persona sordociega de nacimiento que llega a las aulas superiores en España. Cuando aprobó la selectividad (7,28 de nota), dijo: «Estoy contenta porque me han medido con el mismo rasero que a mis compañeros. Quiero ser como los demás».
Está nerviosa y atenta. Gime en un amago de una lengua imposible, mientras habla con Sonia, su mediadora con el mundo. La necesita como traductora para hablar con cualquiera que no domine el lenguaje dactilológico, distinto de los signos de los sordos con visión. A cada letra del alfabeto corresponde una postura de la mano del emisor y las palabras deben de letrearse porque no existen posturas especiales que expresen ideas o sentencias. Un simple ‘buenos días’ es ‘b-u-e-n-o-s-d-í-a-s’, diez movimientos de mano.
Sin embargo, el carácter vibratorio del mundo juega a favor de Gennet. Detecta con precisión cuando alguien entra en el cuarto o se mueve.«Sé si alguien se acerca, si alguien llega, si me bordea por la derecha o por la izquierda… El aire me ayuda a entender y percibir lo que pasa a mi alrededor».
Hasta los siete años, la vida de esta chica resuelta fue un gran pozo blanco, apenas sin recuerdos y sin nombre para las cosas. Nació en Addis Abbeba, capital de la convulsa y hambrienta Etiopía. «Vivía en la calle porque me habían separado de mi familia. Mi padre y mi madre desaparecieron. No sé por qué. Supongo que por la guerra…», explica.
Tampoco sabe por qué nació sorda y ciega. Sospecha por intuición y estadística que acaso su madre sufriese durante la gestación una de las enfermedades (meningitis, rubeolaosífilis) que pueden provocar la sordoceguera congénita –también puede ser adquirida, pero éste no es el caso de Gennet–.
Era una especie de animalillo sin palabras ni orientación y acabó en un orfanato de monjas católicas. En 1989 fue adoptada por Carmen, una viuda española. «Todo aquello sigue vivo en mí. Tengo miedo y desconfío de la gente hasta que no la conozco… Pero soy fuerte, soy fuerte», dice dos veces, como para convencerse.
La Unidad Técnica de Sordoceguera de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) se hizo cargo de su escolarización primaria. Entre los docentes de la organización todavía se recuerda el «momento inolvidable» en que Gennet supo que cada cosa tiene un nombre que la identifica y la hace brillar. Fue como romper una cápsula de acero. «A partir de entonces, todo fue más fácil, porque es una chica con gran potencial e iniciativa».
La secundaria y el bachillerato los cursó en el instituto público Leandro FernándezMoratín, en Pastrana (Guadalajara). La ONCE aportó los mediadores de apoyo necesarios y el centro escolar aceptó el reto. «La respuesta fue de quitarse el sombrero.Todos creyeron en ella».Gennet lo corrobora:«Mis compañeros aprendieron el alfabeto dactilológico para hablar y comunicarse conmigo. Fueron años maravillosos».
Ahora, tras pasar la criba de la selectividad, le da vueltas a la especialidad de magisterio que desea estudiar. Duda entre ser educadora social o especial. Lo que sí tiene claro es que nunca pedirá a su inseparable mediadora que le haga chuletas. «Eso nunca. Hacer trampas es ilegal y yo quiero conseguirlo todo, pero solamente con mi propio esfuerzo».
El mundo según Gennet
¿Qué es el mar? La mejor definición es ajena a las palabras y las formas. «Fuerza, sabor. La marea queme lleva. Las olas que me empujan. Una es grande, la siguiente es pequeña», dice Gennet Corcuera, sordociega y, quizá como consecuencia, mejor poeta que cualquiera de nosotros, los aparentemente enteros.
¿Y el otoño? «Las hojas cayendo a mi alrededor mientras camino».
¿La belleza? «Tocar e imaginar a los demás».
¿Madrid? «Una ciudad inmensa con muchísimas personas. Un lugar un poco sucio».
¿Los cayucos? «Vienen porque España está cerca».
¿África? «Una obsesión. Guerra y destrucción. Dolor. Algo horrible y muy duro, tan duro que prefiero apartarlo de mí, intentar olvidarlo».
[Esta pieza fue publicada el 29 de septiembre de 2006 por el diario 20 minutos. Aquí la puedes leer completa en PDF]
José a pie de calle. (aún recuerdo el aroma del articulo sobre los trenes de atocha)
Añoro estar a pie de calle, pero creo que nunca más lo estaré. Ya no interesa. Tienen Google. Gracias, Segun.