Garry Winogran – Sin título. Nueva York, 1950
© The Estate of Garry Winogrand. Cortesía de Fraenkel Gallery, San Francisco
Puedes verla en… San Francisco Museum of Modern Art. Del 9 de marzo al 2 de junio
No es improcedente imaginar que el fotógrafo Garry Winogrand (1928-1984) sólo vio la foto del marinero a través del visor de su Leica M4. Cuando murió —demasiado pronto, a los 56, tras un fulminante cáncer de páncreas— dejó tras sí un legado silencioso: 300.000 negativos que nunca pasó a papel (de sus fotos decía: «cualquiera que pueda imprimir, que las imprima, yo sólo las hago»). Los revisores póstumos de sus pertenencias también encontraron 2.500 carretes que ni siquiera llegó a revelar. La imagen nocturna del marinero con aspecto confuso, datada en Nueva York en 1950, estaba en uno de ellos.
A Winogrand, hombre de grandes dimensiones físicas y no menos extraordinaria energía, las fotos le importaban un comino: le importaba tomarlas. Cualquier segundo consumido en otra tarea era un segundo perdido. Padecía un hambre de francotirador y recorrió los EE UU nomadeando con un gran angular montado y preenfocado en la cámara. Pensaba, como ha apuntado algún crítico, que el mundo se detendría si él dejaba de disparar. Fotógrafo y máquina eran parte de un flujo continuo, un mecanismo en modo random.
Nos queda rellenar el vacío emocional, el olvido ejercido conscientemente por este fotógrafo brutal como un luchador que descreía del sentido artístico de la captura de imágenes —«la fotografía no va sobre lo que es fotografiado, sino sobre cómo se ve lo fotografiado en una foto»— y perseguía una imposible apoteosis de imágenes perpetuas .
¿Es desconsuelo lo que puebla el gesto robótico del marinero? ¿Regresa o se va? ¿Que contiene el bolso que cuelga de la mano? ¿Ha advertido la presencia de Winogrand?… El fotógrafo no dejó ninguna respuesta. Nos atribuyó a nosotros la responsabilidad de enunciarlas.
[Publicado en Calle 20. PDF]
