Javier, Javier Rada, aún mejor: Javi.
Augur de la naciente tercera era psicodélica, rey del dark trance, nefasto amo de casa, campeón mundial (todavía) del paso-pulga, periodista, abuelo bucanero en las aulas de Derecho, vídeo guerrillero…
Javi trabajó a mi lado. Según la siempre fraudulenta estructura de las jerarquías, fui su jefe. Que nos sigamos queriendo, creo, nos vindica a ambos como ajenos a la necedad de las tramoyas laborales y las cuchilladas del gremio.
Con Javi puedo ser aquel, malo o peor, que soy. Suelo escuchar —Javi es una máquina de palabras—, pero también contar, si es que la torrentera de Javi me deja. Cuando no cuento, Javi me adivina.
Javi, odiador impenitente de Vargas Llosa (algún día, lo juro por Nietzsche, conseguiré que lea La ciudad y los perros), superviviente de varias guerras, follador de árboles en peligro, experto en primates, incapaz de poner una colada en la lavadora…
Cuando viajó a Galicia por primera vez, Javi me encontró repetido en los nativos. Decía:
—Mira, otro Jose Ángel, pequeñito y bohemio.
Oscense —no era necesario apuntarlo, creo—.
Hermano. Javi.
Te quiero.
Yo también. Casi siempre =)
[…] Barcelona, hace unas semanas, Javi me […]