Lo rompió todo: el modo de soplar, la manera de impulsarse y los caminos de búsqueda. Finalmente, también se rompió a sí mismo, ahogado suicida en el río East, en Brooklyn. Tenía 34 años, la misma edad a la que había muerto Charlie Parker.
Albert Ayler, el saxofonista tenor que, en 1964, se adelantó en cuatro meses con Spiritual Unity al Love Supreme de San John Coltrane, fue el más radical de los renovadores del jazz en la primera mitad de los sesenta.
Cuando tocaba, buscaba a dios, pero lo hacía con ferocidad, porque los ojos del creador no pueden ser contemplados sin enloquecer.
Su música, un modo de ver de ojos cerrados, de entrar saliendo, era la más extrema: derretía todas las convenciones, tocaba sin ritmo pero con una energía violenta, gemía con rapidez de jet, añadía al saxo gruñidos humanos y crujidos metálicos.
El cofre Holy Ghost es brutal como la vida de Ayler: siete discos de grabaciones en directo que abarcan sus ocho años de gloria (1962-1970), dos más de verborréicas entrevistas y una extraña actuación con la banda de la Armada en la cual tocaba durante el servicio militar.
También incluye las míticas descargas de su trío en el club Cellar de Nueva York en 1964, quizá las más furiosas y extáticas nunca grabada, y la oscura y tristísima interpretación de Ayler en el funeral de Coltrane, quien le consideraba el mejor saxofonista de la historia.
En sus años finales, Ayler buscaba una nueva síntesis: quería que el jazz regresase al gospel y el blues del Delta. Estaba desesperado (la búsqueda de la divinidad no había impedido que su hermano Donald, también músico, se volviese loco). El 25 de noviembre de 1970, sin poder soportar una culpa que no era suya, cerró los ojos y se lanzó al agua.
Era el más grande pero no tenía ni contrato discográfico ni dinero. Nadie quiso hacerse cargo del entierro. La Armada vino en su ayuda: le enterraron en un cementerio militar de Ohio.
En la lápida no consta que fuese músico.
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‘Spitual Unity’ en cuatro entregas: 1 | 2 | 3 | 4
‘Holy Ghost’ y otras grabaciones: aquí
Qué historia más triste… y más bonita a la vez.
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