1. Emile Cioran, el «filósofo aullador», como el mismo gustaba de llamarse, nació hace un siglo, el 8 de abril de 1911, en un pueblo de la rumana Transilvania, Rasinari. La zona pertenecía entonces al Imperio Austrohúngaro. Su padre era sacerdote ortodoxo.
2. De niño a Cioran le gustaban las manzanas, los libros de Diderot y Tagore, las caminatas y las visitas al cementerio en busca de calaveras para jugar con ellas al fútbol.
3. Desde que dejó Rumanía, en 1937, nunca regresó. Confesaba que sólo estaría dispuesto a hacerlo para volver a Rasinari. En la aldea hay una Pensión Cioran donde aseguran que contarán al visitante anécdotas de la niñez del escritor. Es dudoso que sea cierto.
4. Sufrió de insomnio desde la adolescencia, una etapa que pasó “entre bibliotecas y burdeles”.
5. A los 23 años, en su primer libro, En las cimas de la desesperación, escribió: “Soy uno de esos que, por millones, se arrastran sobre la superficie de la tierra. Uno más solamente. Esa banalidad justifica cualquier conclusión, cualquier conducta: libertinaje, castidad, suicidio, trabajo, crimen, pereza, rebeldía. Cada cual tiene razón en hacer lo que hace”.
5. En 1935, cuando ya se había manifestado como un nihilista convencido de la futilidad de la vida y de que «cada ser es un himno destruido», su madre le dijo: “Si supiese que ibas a sufrir tanto, habría abortado”.
6. En 1937 flirteó con el ideario fascista de la Guardia de Hierro. Fue un acercamiento sólo teórico del que se arrepintió toda su vida («era un pretencioso y un estúpido»). Le han crucificado por aquellos pecados de pensamiento.
7. Ese mismo año se fue a Francia con una beca. En París, como era de prever, no pisó la Sorbona. Empleó el dinero de la beca en recorrer el país en bicicleta. En cada ciudad universitaria pedía que le invitasen en el comedor de las facultades de Filosofía. No dormía ni un minuto. Caminaba o pedaleaba durante a la luz de la luna.
8. Una noche, ante un matadero, comprobó como las vacas se negaban a avanzar hacia la cuchillada final y se sintió como una de ellas: “Esta escena es la misma que cuando, rechazado por el sueño, no tengo fuerzas para afrontar el suplicio cotidiano del tiempo”.
9. Un amanecer, al borde del mar, le torturó el griterío de una bandada de gaviotas. Las espantó a pedradas. “No necesitaba a nadie, pero esos chillidos estridentes y sobrenaturales me hicieron entender que sólo lo siniestro podía apaciguarme”.
10. Escribía sin pausa, siempre en francés. El insomnio eran un buen aliado. Los libros fueron muchos y demoledores: El ocaso del pensamiento (1940), Breviario de podredumbre (1949), Silogismos de la amargura (1952), La tentación de existir (1956), El aciago demiurgo (1969)…
11. Durante un tiempo meditó con seriedad hacerse español. «Uno tras otro, he adorado y execrado a muchos pueblos: nunca se me pasó por la cabeza renegar del español que hubiera querido ser», escribió.
12. Escuchaba flamenco y tangos («quien ame el tango es mi cómplice»), se veía con Samuel Beckett para ir de putas. Algunos intelectuales le admiraban (Susan Sontag, Saint-John Perse), otros, la mayoría, le consideraban un “filósofo de taberna”. A él le importaban poco unas u otras consideraciones.
13. En 1941, en un comedor universitario al que había entrado para mendigar un plato de sopa, conoció a Simone Boué, profesora de Licéo. Se casaron y vivieron juntos cincuenta años, siempre en el mismo domicilio, un pequeño apartamento en el número 21 de la rue de l’Odeon, en el Distrito Latino.
14. Adoraba a Proust, Dostoievski y, sobre todo, a Borges.
15. Despreciaba a la humanidad entera («¡el hombre debe desaparecer!»), pero, sobre todo, a los incapaces de emocionarse con la música: «Si dios le debe todo a alguien es a Bach».
16. Nunca concedió entrevistas. «Cuanta más cultura tiene uno, más peligroso resulta el periodismo», escribió en una carta a un amigo en 1932
17 . Nos dejó aforismos a todos los vencidos. Uno: «Amar al prójimo es algo inconcebible. ¿Acaso se le pide a un virus que ame a otro virus?». Otro: «No hago nada, es cierto. Pero veo pasar las horas, lo cual vale más que tratar de llenarlas». Un tercero: «Toda literatura empieza con himnos y acaba con ejercicios«.
18. El Alzheimer que padeció Cioran en los últimos años de su vida le impidió consumar el suicidio que había planeado.
19. Murió el 20 de junio de 1995. Simone Boué falleció ahogada en la playa francesa de Dieppe dos años después. Ambos están enterrados en la misma tumba en Montparnasse.
20. Hace un par de días el empresario rumano George Brailoiu compró por 405.000 euros unos manuscritos de Emil Cioran subastados en París. «Los donaré al Estado rumano», dijo el comprador a la prensa. Brailoiu es propietario de la empresa KDF Energy, líder del mercado de certificados de emisiones de dióxido de carbono en Rumanía, con filiales en Bulgaria, Grecia y Lituania. Es lícito imaginar la sonrisa sardónica de una de las calaveras de Montparnasse.