El futuro es un adverbio

22/02/2010

“Utilizar adverbios es un pecado mortal”, dice el siempre cascarrabias Elmore Leonard en una encuesta de un diario inglés que pidió a un grupo de literatos una decena de consejos para escribir ficción.

Estoy de acuerdo: los malditos complementos circunstanciales son pura bazofia que demuestra la ineptitud del escritor para encontrar el adjetivo justo y, lo que es peor, la necesidad del escritor de dar al lector una palmada en el hombro, como para decirle: “oye, oye, estoy remarcando esto que te digo”.

Los adverbios de modo (adjetivo más sufijo mente) son dignos de lástima y, en lo que a mí respecta, razón suficiente para dejar un libro al capricho de las polillas.

En otro diario hablan de los grandes reporteros (Grossman, Kapuscinski, Littell –quien me quiera regalar algo, que, por favor, tome nota del nuevo libro del tercero: Chechenia año III–).

Aseguran que para ser un reportero “hay que tener un punto de inconsciencia”, porque “una persona sosegada, ponderada, equilibrada, respetuosa de los derechos del prójimo, no es que no pueda ser un buen periodista, es que se dedica a otra cosa”.

También estoy de acuerdo. Cuando crees saberlo todo dejas de ser reportero y te transformas en esa perversión monstruosa del oficio: columnista, opinador, tertuliano…

John Lee Anderson, uno de los últimos grandes dice que el comienzo de la decadencia es tener “una pauta” y que la cualidad básica de reportero es “ser siempre inseguro”.

He ejercido como reportero en tres diarios y en una productora independiente de televisión. Aunque he deseado y sigo deseando contar una guerra desde dentro, sentir de cerca la indecencia de la muerte y el aliento del mal, no cubrí conmociones de carácter mundial, sino simples sucesos: ataques terroristas, vicisitudes personales, tragedias

Creo que casi siempre cumplí el mandamiento de Anderson: mantener la inseguridad, dudar de mí mismo antes que de nadie.

No estoy seguro de haber respetado el de Leonard: evitar los adverbios.

Añoro los reportajes, las crónicas, la espera, los cuadernos de notas (papel y bolígrafo, nunca la maldita grabadora, jamás una cinta para sustituir a la mirada), el movimiento lento, la convivencia de 24 horas diarias con el reportaje, el momento de ponerse a escribir, sentir la emoción –una aspereza en la lengua, una picadura de insecto en la espalda– de saber contar sin ponderación ni equilibro, siendo extremado, jugándote algo en el envite, haciendo música con las palabras…

Durante medio año hice una serie de reportajes (Galicia en tránsito era el lema) para un diario de provincias. Fue un privilegio. Viajaba solo en mi automóvil y también me encargaba de las fotos. Me dirigía a donde me empujaban el ánimo o alguno de los libros que cargaba en una maleta y hojeaba en las pensiones en las que dormía. Me movía en un tránsito incierto y sin destino final y publicaba un reportaje por semana. Me pagaban un salario más o menos decente y los gastos de gasolina, comida y alojamiento.

Todo aquello permanece en los osarios de las hemerotecas. Era antes de que Internet condenase a la inmortalidad a cualquier texto, cualquier rebuzno, cualquier mínima divagación de aburridos o cínicos, cualquier comentario escrito por un imbécil desde su trono electrónico, cualquier adverbio…

Hice kilómetros y muchos reportajes: vigilé un parque natural con el única guarda forestal encargado de sus miles de hectáreas; compartí un día con una anciana noble que esperaba la muerte en un pazo; entré, en el día de la matanza del cerdo, en la casa donde pudo haber nacido Cervantes; recorrí las tierras altas de O Incio, donde aún manda el lobo…

Añoro aquellos días y no encuentro sentido en el porvenir profesional. El futuro parece estar lleno de adverbios.

:::

Sólo conservo los reportajes de ‘Galicia en tránsito’ en fotocopias encuadernadas. Están en algún lugar de casa, pero, al buscarlos para comprobar cómo escribía yo entonces se han negado a aparecer, como si no quisieran darme un disgusto.

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3 Responses to El futuro es un adverbio

  1. con el viento en las velas on 23/02/2010 at 15:04

    Completamente de acuerdo sobre los adverbios. Y mucho cuidado con los adjetivos, uno bien elegido vale como ciento haciendo ruido. Prefiero con mucho un buen sustantivo, menos adjetivos es más mejor :).
    Hay un palabro que odio a muerte y me pone de los nervios, si lo veo usar puedo tirar el libro contra la pared: obscuro, obscuridad. Y todos lo que vayan en la línea de remarcar la obvio creyéndote más listo que nadie; quien lo usa sólo refleja que le encanta escucharse a sí mismo y muy poco a los demás, ni siquiera a aquellos sobre quienes quiere escribir.
    Yo estudié periodismo y nunca lo he ejercido, no va con mi carácter. Pero se me ha encendido la polilla oyéndote hablar de tus reportaje para ‘Galicia en tránsito’; pero sólo la polilla de querer saber más sobre esa vida itinerante, la crónica de esos días haciendo el reportaje.
    Te entiendo perfectamente. El otro día vi un reportaje de Vicente Romero (TVE) y luego una entrevista que le hicieron a propósito de lo de Haití. En menos de dos minutos dió a sus compañeros una lección de periodismo, humanidad y responsabilidad en el uso del lenguaje como hacía tiempo. Muy difícil que ese saber hacer se matenga.

    • bichito on 24/02/2010 at 14:33

      No sabía que eras periodista, aunque de la envidiable condición de los que no ejercen. Desde hace unos años quisiera abandonar el gremio, que me asquea con su complacencia, y la profesión, que ya no existe tal como yo la entiendo, pero nada más sé hacer y creo que es tarde para aprender.

  2. con el viento en las velas on 24/02/2010 at 19:47

    Sólo soy licenciado en periodismo. Lo mío era el cine, como suele decirse. He asomado la cabeza en muchas puertas y no he terminado de cruzar ninguna. Soy un gran espectador, eso sí.
    Tienes razón, unos y otros dan bastante asquito.

    Te animo a dar un salto, el que sea, aunque entiendo el miedo. ¿Nadie te puede echar una mano para tocar un palo que no hayas tocado antes?

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