Días de silencio. La sicóloga me encarga que escriba un diario-como-un-vómito. No sé si tengo edad para eso. Raras veces vomito.
Leí a buena velocidad un buen libro, No hay bestia tan feroz, de Edward Bunker (1933-2005), de quien ya conocía La educación de un ladrón.
Para quien no lo sepa: Bunker sufrió varios reformatorios, delinquió, estuvo 18 años en la cárcel y, en un sesgo angélico, terminó escribiendo novelas y guiones de cine. El papanatas Quentin Tarantino le contrató para interpretar al Señor Azul en Reservoir Dogs, película cuyo mayor mérito es la banda sonora.
El libro que acabo de dejar es frenético y está narrado en primera persona. Acaso así deban ser los diarios. El protagonista, Max Dembo, sale de prisión en libertad condicional y desea redimirse. Por supuesto, no lo consigue.
Cuando vuelve a inyectarse heroína tras años de abstinencia, dice:
Hasta la soledad quedó borrada. Aquello era la paz sobre la tierra.
Poco antes había proclanado su fe en el lado sucio:
A la mierda los seguros de salud y de vida.
Esas dos frases justifican el libro.