Anoté dos sentencias de Papá Cheever, de quien releo Bullet Park:
Una:
No podemos desentendernos de la universal soledad de los tiempos que vivimos.
Otra:
Viajamos casi siempre en avión, pero el espíritu de nuestro pueblo sigue siendo aún el de un país de trenes.
No nos tocará una vida suburbial, chejoviana, en ese lugar de los Estados Unidos donde supusimos, quizá demasiado ciegos, que podríamos establecernos.
Te llevaré a través de Papá Cheever. No tengo más defensas contra la soledad que mi mano abierta y el montón de libros que voy olvidando en cada esquina.
I read John Cheever in college. Actually, I was forced to read The Swimmer.
Years later, I found Mr. Cheever at the thrift store for 69 cents. I brought him home. I fed him a martini. He sat on my favorite chair.
Sometimes when the green lawns aren’t enough, i sit next to him.
p.s.
yes….teach me….please
El deseo de Denver era un deseo de huir, pero habrá otros caminos, estoy segura: http://open.spotify.com/track/7zSCNSx3JU1u7jdb0BlkYs
Trying…: I’ll try… It’s a promise.
Carolina: El deseo de huir es el deseo.
Creo que nunca nos establecemos mucho tiempo en ninguna parte. Siempre estamos huyendo. Pero cuánto disfrutamos imaginando las promesas que andan por ahí sueltas.
Y cuánto disfrutamos comprando libros, aunque luego los olvidemos, o no nos dure mucho el relámpago que nos hizo comprarlos.
La compra compulsiva, en mi caso, es siempre de libros. Sobre todo en aquellas librerias que no son almacén sino rincón, cueva, aleph…
[…] Son las 3 de la madrugada del 13 de marzo de 1966 en un hotel de, no podría ser en otro lugar, Denver. El sonido es sucio, pero who among them do they think could bury you? Etiquetado con:Bob […]