La pancarta que sujetan los niños de la foto debería ser repartida en las maternidades junto con los calendarios de vacunación, las instrucciones pediátricas, los manuales para amamantar con la frecuencia debida y el resto de la (casi siempre inútil frente al puro sentido común) parafernalia de la puericultura.
Comeremos a cualquier precio, dice.
Estos últimos días, mientras intentaba poner en marcha la web, tuve mi primer encuentro con eso que llaman, no sé si con exactitud, violencia de género. Dudo de la expresión porque, según creo, se trata de maldad. Grave, premeditada, cruel, sangrienta y cobarde maldad.
No quiero ni debo dar detalles -todo es muy cercano y algunos extremos no pueden ser revelados, al menos por ahora-. Baste anotar que la maldad ha estado presente durante casi dos décadas y que ha arrasado a personas a las que quiero.
Anoche, tras una jornada de juzgado y lágrimas, encontré a los niños retratados por Alan Pogue para su libro Witness for Justice.
Comeremos a cualquier precio. De acuerdo, pero ¿qué alimento?, ¿qué cantidad?, ¿con qué tenedor y cuchillo?, ¿con qué compañeros de mesa?…
El hogar donde la maldad campó a sus anchas durante veinte años es una casa suburbana de clase media alta. Está caldeada por un cómodo sistema de gas y ornada con esmero. En el garaje, dos automóviles. En las cuentas bancarias, un saldo holgado.
No creo que el precio deba ser cualquiera. Se trate de comer o vivir, algunos precios son demasiado altos.
Hoy, en estas primeras notas aquí, me siento pequeño, descreído, sabedor de que ahí afuera hay monstruos. Son muchos y te pueden comer.
Monstruos de verdad. Hace no mucho supe de la maldad y la obsesión perpetrada durante años,impunemente, contra personas muy cercanas. Conocer fue un punto de inflexión, hay un antes y un después.
Suerte con el nuevo barco, me gusta.
Gracias, David. Siempre estás cerca.
La maldad no existe como ente orgánico ni como símbolo, ni estaca, ni punto de mira, ni abstracción, ni agujero negro, la maldad solo tiene un sinónimo y ese es el de la estupidez. La estupidez y la apatía generan monstruos (idiotas magnos), monstruos idiotas que declaran leyes marciales y odios endémicos y que nos lleva a reafirmar que la tierra está gobernada- y por lo tanto también amada en la intimidad de las casas- por imbéciles.
Un placer inesperado ver aquí tus -siempre sabias- palabras. Abrazo, bro.
[…] Hace poco rumié sobre la posibilidad de matar a alguien. Un maltratador. […]