La entrevistadora pregunta:
– ¿Qué relación ve usted entre el santo y el criminal?
Genet (en sus palabras «ladrón, traidor») responde:
– La soledad. ¿Usted misma no tiene la impresión de que los santos más importantes parecen criminales cuando se les mira de cerca? La santidad da miedo. No hay acuerdo visible entre la sociedad y el santo.
En otro momento de la conversación, que se celebra en enero de 1964 en un hotel de París, la periodista, en nombre de la revista Playboy, insiste:
-¿Cree en Dios?
Genet («homosexual y cobarde») dice:
– Creo que creo en él. No creo mucho en las mitologías del catecismo. Pero ¿por qué tengo que rendir cuentas de mi tiempo afirmando lo que me parece más preciado? Nada me obliga a ello. Nada visible me obliga a ello. ¿Por qué entonces siento con tanta fuerza que tengo que hacerlo?
Jean Genet, que adora a las putas, se comporta a la altura y pone dos condiciones para conceder la entrevista -una de las pocas de su vida-: que no sea publicada en Francia y repartir a medias con la periodista los dos mil dólares que pagará Playboy por la codiciada pieza.
Comencé anoche a leer El enemigo declarado, el volumen de ensayos casi completos de Genet con que la brava editorial Errata Naturae mantiene vivo el homenaje al santo-enculador social en el centenario de su nacimiento.
El primer Genet, Diario de ladrón, que leí en algún momento tardío de los años setenta, me cambió la vida:
Cuanto mayor sea mi culpabilidad a vuestros ojos, entera y totalmente asumida, mayor será mi libertad y más perfectas mi soledad y mi unicidad.
El territorio moral de Genet en su deambular por el lado más canalla del Raval de Barcelona en 1932 me hizo ver que todo el discurso de la izquierda era un inmenso y cruel error, que el buen salvaje nunca sería obrero sino putero, humillado, miserable, ratero…
Ahora leo al Genet más racional y político (es un decir figurado, su carne siempre permaneció cruda ante las brasas). También me fascina:
La periodista pregunta:
– ¿A dónde conduce su vida?
Genet (que cobrará mil dólares) responde:
– Al olvido. La mayor parte de nuestras actividades tiene la vaguedad y el estupor del estado del vagabundo.
[…] la «imbecilidad absoluta» A la editorial Errata Naturae debemos la bendición de reivindicar a Jean Genet (1910-1986) en su centenario. Este volumen reune en castellano por primera vez su voz más radical: […]