Bolañismo post-morten
Lo primero, por desgracia, es una pregunta: ¿Estamos ante una novela que Roberto Bolaño (1953-2003) hubiese consentido en vida?.
Por mucho que sostengan el editor y la viuda (en una postdata que suena a justificación no solicitada), hay demasiado recorte, imprecisión y, aún tratándose del rey de los ferrocarriles sin estación término, demasiadas notas que parecen post-its de asuntos pendientes.
Como toda estrella del pop muerta demasiado pronto (a Bolaño le haría mucha gracia ser como Jimi Hendrix), ahora llega la explotación post-morten.
Con Los sinsabores del verdadero policía sucede lo mismo que con algunos cafés preparados a la italiana: ni alcanza la robustez de los turcos ni se queda en el desleído estilo criollo.
Pero, tranquilos, hay bolañismo del mejor (el boreal policía Gumaro: «a mi mente le falta aire»), una balacera cruzada con otros libros (2666, Los detectives salvajes, Estrella distante…) y, sobre todo, uno de los textos confesionales más hermosos y sobrecogedores de la literatura en castellano de todos los tiempos, el capítulo 5: seis páginas de dolor sobre dolor que por sí mismas justifican este libro extraño que lees con lágrimas, rabia, hilaridad y ganas de mandarlo todo al carajo. Acaso así y sólo así deben leerse todos los libros.
Los sinsabores del verdadero policía. Anagrama / 328 pgs. / 19,50 euros
Afrontar el chaparrón en bolas
Como ser humano, Jim Dodge (1945) es un tipo admirable: vivió años en una comuna libertaria, fue tahur profesional, leñador y pastor.
Como escritor, adolece de la peste hippie: considerar que no hay experiencia mística e intelectual comparable a pasearse en pelotas bajo un aguacero de abril.
La novela Stone Junction, reeditada por Alpha Decay con otro título y diferente ropaje (la primera vez, en 2007, se llamaba Introitus Lapidis), narra, como apunta nada menos que Thomas Pynchon en la introducción, una especie de fiesta de nunca acabar: la de Daniel Pearse, niño-off educado por una madre soltera y peleona con la ayuda de una alianza secreta de magos, falsificadores, alquimistas, expertos en explosivos, indios apache y otra fauna.
¿Forajidos o delicuentes? Hay una diferencia moral: «Los forajidos sólo hacen el mal cuando creen que está bien; los delincuentes sólo creen que hacen el bien cuando hacen el mal».
Stone Junction. Una epopeya alquímica. Alpha Decay / 535 páginas / 20 euros
La sensualidad asténica de Hello Kitty
Siga el tempo de los Beatles o el de Bach (este libro, dice, se mueve al ritmo del Clave bien temperado), Haruki Murakami (1949) siempre baila con su propia mix-tape: soledad urbana, memoria privada, don de la oportunidad y un cierto tufillo a la sensualidad asténica de Hello Kitty.
En este libraco, primera parte de una trilogía (¿les suena?), inserta maltratadores, sectas, corrupción, violencia (¿les suena?) y una protagonista femenina capaz de dejar KO a Mike Tyson (¿les Larsson?).
Asegura el escritor, que vendió dos millones de ejemplares en Japón en la primera semana, que es su obra «más ambiciosa».
No puedo saber si la declaración está basada en el sentido estricto de ambición, el «deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama», pero sí que toda la mercadotecnia apunta alto: el «desmoranamiento» de los sueños de los sesenta, una «turbadora belleza» y «orwelliana precisión». Hello Kitty ya lo ha leído. Le gusta.
1Q84 (Libros 1 y 2). Tusquets / 744 páginas / 26 euros
[Estas reseñas aparecen publicadas en el número de la revista Calle 20 de febrero de 2010. Aquí están en PDF]
Como ser humano, Jim Dodge (1945) es un tipo admirable: vivió años en una comuna libertaria, fue tahur profesional, leñador y pastor. Como escritor, adolece de la peste hippie: considerar que no hay experiencia mística e intelectual comparable a pasearse en pelotas bajo un aguacero de abril. La novela Stone Junction, reeditada por Alpha Decay con otro título y diferente ropaje (la primera vez, en 2007, se llamaba Introitus Lapidis), narra, como apunta nada menos que Thomas Pynchon en la introducción, una especie de fiesta de nunca acabar: la de Daniel Pearse, niño-off educado por una madre soltera y peleona con la ayuda de una alianza secreta de magos, falsificadores, alquimistas, expertos en explosivos, indios apache y otra fauna. ¿Forajidos o delicuentes? Hay una diferencia moral: «Los forajidos sólo hacen el mal cuando creen que está bien; los delincuentes sólo creen que hacen el bien cuando hacen el mal».
stone junction. Una epopeya alquímica. Alpha Decay / 535 páginas / 20 euros
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