En la vieja ciudad de Benarés, mientras los niños aprenden a dibujar fantasmas en los altares, caminaremos hacia el río protegidos por los andamios. El polvo de las obras teñirá de ladrillo el atardecer.
En la vieja ciudad de Benarés, llevaremos las agendas hacia el agua, este bautismo merece papel, y dejaremos que caigan como una tormenta. Tal vez decidas mostrarme los dibujos de caracoles que escondes en el antebrazo. Tal vez sea el momento.
En la vieja ciudad de Benarés, donde las columnas tienen cadencia de cuerpos, dilapidaremos el mandato de los relojes, contratando tiempo extra para nada, pagando al contado por mercancia inservible. Me gustan las novelas de intriga. Cuanto más baratas, mejor.
En la vieja ciudad de Benarés, donde las mentiras son de casta intocable, visten de blanco, parecen dignas.