Eres un buen momento para morirme
Amaneciendo y anocheciendo
a un mismo tiempo,
cariño, ¿no es ésta la forma
en que te gustaría vivir?
En mi cabeza hay un álbum
de fotos amarillentas
y lo voy completando con mis ojos,
con los más leves ruidos,
atrapando olores en el aire
y en cada sueño que sueño.
¿Sabes una cosa, pequeña?
La última página de mi álbum
tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,
un disco de rock’n’roll
y calcetines de colores.
Mis ojos han sido rápidos,
te he hecho el amor con la ropa puesta
a través de una
larga pajita dorada
mientras cruzabas la calle
con el cabello ardiendo.
Pero ahora son tus pies
quienes dan mis pasos,
¡así que no te equivoques
pues me caería!
Te bebo en cada vaso de agua
que sacia mi sed,
mis palabras son claras como niños pequeños
o espesas como semen empapando cortinas,
pero hoy tengo que inventar
un nuevo idioma
para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos
y los gritos de euforia
de la gente que vive en tu cabeza.
Debes saber que a veces
soy como un entierro interminable,
siempre triste y azul
subiendo y bajando
por la misma calle.
Pero otras veces soy un río de risa
corriéndome por toda la ribera,
haciendo el amor a la mar,
una felicidad contagiosa,
un revólver de amor, nena,
y voy a disparar justo a tu corazón
¡bang, bang!
¿te di?
Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,
montaña de aguardiente
y tarde rojiza.
Eres un buen momento para morirme.
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Fue el último poema escrito antes de la muerte, en 1974, a los 19 años. Dedicado a su novia, María José. Fue quizá un suicidio, quizá no.
Se había despedido de uno de sus mejores amigos pidiéndole que no dejara de comprar discos. Le gustaban Soft Machine y John Coltrane.
Se llamaba Félix Francisco Casanova y ahora lo editan otra vez.
Necesito su voz. Necesitamos voces así. Poetas otra vez.
De una maldita vez.
No lo conocía hasta hace una semana que vi la noticia de la reedición en El País. Un sólo fragmento de un poema bastó para que me enganchase. Ciertamente estaba tocado por los dioses y se quemó, como Rimbaud y otros.
Gracias por poner esta entrada.
Por cierto:
«Necesito su voz. Necesitamos voces así. Poetas otra vez.
De una maldita vez».
Qué razón tienes. Es cierto.
Recuerdo cuando ganó el Nobel la Szymborska y alguien tituló un artículo: ‘Por fin un poeta’. Pues eso. Más como ellos, que buena falta hacen.
Yo tampoco lo conocía, pero cuando leí la reseña me pareció que llevaba toda la vida a mi lado (hippie, coleccionista compulsivo de música, cófrade de la Santa Poesía)… En la web de la editorial Demipage dejan bajar un pdf que no tiene desperdicio:
http://www.demipage.com/blog/descargas/1264759689.pdf
Sí, también creo que hay demasiada prosa (y demasiada tecnología y demasiada ciencia numerológica y demasiada habilidad cartesiana) y muy poca poesía. De facto, mi generación es la de los sin-poetas… Es verdad, ahí está Gamoneda, dios le bendiga, pero es algo mayor, aún sufre el hambre y el frío de la postguerra… ¿Leopoldo Panero? Es un bendito loco, sí, pero no vive en nuestro mundo… ¿Para cuándo nuestro Maiakovski?
Te creo. De hecho, al empezar a leer el poema he creído que hablaba de ti, o era tuyo o -cuando ya he ido viendo que no lo era- que podía haberlo sido.
Gracias por el vínculo de la editorial. Me lo descargaré.
A Gamoneda apenas lo he leído. Un amigo mío cercano a él (a una de sus hijas, fueron novios) me contó ciertas cosas que no lo dejaban muy bien parado. Por alguna razón aquello me alejó de él. Debería saldar cuentas ya que tengo a mano ‘Edad’.