Arthur Tress (Nueva York-EE UU, 1940) es de sobra conocido por sus alegorías surrealistas, en las que juega con arquetipos, imágenes insconscientes y situaciones chocantes. El amenzante niño vestido de portero de hockey sobre hielo en una calle neoyorquina, las siluetas infantiles sobre una red tomadas en contrapicado, el chico con manos que se han convertido en raíces o los desnudos masculinos en escenarios de derribo son ejemplos de un fotógrafo que ha construido lo que se ha llamado un «teatro de la mente».
Aunque siempre había mostrado predilección por la extrañeza —sus primeras fotos las hizo a los 12 años, en las atracciones fantasiosas de los parques de Coney Island—, Tress tuvo que hacerse con la técnica y ganarse la vida como reportero. De esa etapa, hasta ahora casi desconocida, provienen las 70 piezas de la exposición Arthur Tress: San Francisco 1964, una muestra organizada por el Museo deYoung de la ciudad californiana.
La exposición está formada por fotografías de las cuales ni el mismo Tress se acordaba. Hace dos años tuvo que viajar a San Francisco tras la muerte su hermana y, al hacer limpieza en la casa, encontró una caja en el desván con 25 fotos, montadas y enmarcadas, que había mostrado en una exposición en la cercana ciudad de Sausalito 45 años antes. El fotógrafo decidió donarlas al consorcio de museos de San Francisco.
Las obras, realizadas en blanco y negro y medio formato, muestran la influencia que sobre Tress, que tenía entonces 23 años, detentaba a comienzos de los años sesenta el documentalismo de Robert Frank y su trabajo en las calles. Sin embargo, en algunas de las imágenes ya late el germen surreal que haría mundialmente famoso a Tress en las dos décadas siguientes.
Después de viajar durante dos años por Asia y África para documentar trabajos de etnografía, Tress llegó a San Francisco en el verano de 1964. Era un buen momento: la ciudad bullía con la convención republicana que elegía al que sería rival de John F. Kennedy y la primera actuación de los Beatles en la Costa Oeste estadounidense. El joven fotógrafo aprovechó el momento oportuno y se encontró en medio de manifestaciones por los derechos civiles, el caos de la política y la beatlemanía.
Arthur Tress: San Francisco 1964 expone un cuerpo de trabajo casi desconcido. «Esta muestra es como una evocadora cápsula del tiempo y una contribución fascinante del legado fotográfico de Tess, dice el comisario de la muestra, James Ganz.
También destaca el alejamiento del fotógrafo de los motivos «turísticos» y su interés en «las expresiones y el lenguaje corporal de la época«, porque Tress «es un fotógrafo que prefiere la gente a los puntos de referencia» y «siempre favorecerá el elemento humano sobre el entorno arquitectónico».