La boca abierta de la muerte: los cadáveres de los seres queridos en su pulcro vestuario y los otros cadáveres, los sin nombre, atravesados por las balas genocidas, en la morgue de Sarajevo… En medio, monarcas y primeros ministros, ninfas planetarias y embarazos dignos de cinemascope, todos los pas de deux y todas las lentejuelas, cada celebrity y cada vip. Todos, ellos y ellas, luminosos como cristales de cocaína.
La rebelde ensayista Susan Sontag (1933-2004) escribió que las fotografías son un “asesinato sublimado, un asesinato blando, digno de una época triste, atemorizada”, definió al fotógrafo como a un “depredador” y habló de sus habilidades como quien habla de las mañas de un monstruo. “Hay algo depredador en la acción de hacer una foto. Fotografiar personas es violarlas, pues se las ve como jamás se ven a sí mismas”.
En la exposición de fotos que inauguran hoy en Madrid, el cadáver de Susan Sontag lleva un elegante vestido plisado, fulares comprados en Venecia y un abrigo de terciopelo negro. La autora del retrato mortuorio del que emana una ternura tan descarnada como irrebatible es Annie Leibovitz, que durante 15 años fue la amante de Sontag.
Annie Leibovitz: vida de una fotógrafa. 1990-2005, se titula la muestra. La pagan la Comunidad de Madrid y el festival Photo España, con el patrocinio de una tarjeta de crédito y una revista cuché. La organiza el Museo de Brooklyn (Nueva York), que la anda paseando por el mundo desde 2006: ocho ciudades de los EEUU, Berlín, París, Londres y, hasta el 6 de septiembre, Madrid (Consejería de Cultura, Deporte y Turismo. Calle Alcalá, 31. Entrada gratuita).
Son 200 fotos de la reina, la Living Legend (leyenda viviente) titulada por la Biblioteca del Congreso, la editora de fotografía de Rolling Stone durante los dorados años setenta (140 portadas), la última en retratar a John Lennon, cinco horas antes de que Chapman le tirotease, la del bombo planetario de Demi Moore, la de la portada de Born in the USA, donde, decían los arios paranoicos, Springsteen orinaba sobre las barras y estrellas, la de Clinton manejando el mundo y Gorbachov con un bolso de Vuitton frente al para siempre reventado Muro de Berlín…
Pero no es el glamour y la saga de celebridades lo que sobrecoge en la exposición, sino las fotos crudas en 135 milímetros, de grano reventado y encuadre instintivo, donde Leibovitz, como diría Sontag, reune “un estuche de imágenes portátiles” que celebra el rito eterno de la familia, sea ésta lo que sea en un tiempo de ocasos y muros reventados. Sus padres y sobrinos, su primer embarazo, el nacimiento de sus gemelas de una madre de alquiler, los 16 años de convivencia enamorada y viajes con Sontag…
En el asombroso libro editado como catálogo de la exposición y con el mismo título (Lunwerg. 480 páginas y 341 fotos. 59,50 €), la fotógrafa confiesa que las fotos fueron seleccionadas “con Susan en la cabeza” y como una “excavación arqueológica”. Seis semanas después de retratar a su amante muerta (leucemia), Leibovitz fue de nuevo forense fotográfica, esta vez de su padre, un coronel retirado, veterano de Vietnam.
En estado de trance, expuesta como nunca antes, se retiró durante todo el verano a su casa de campo en Rhinebeck, al norte del estado de Nueva York. Montó un taller en el granero. La banda sonora del duelo y el ejercicio de simbiotizar fotografía y vida, fue Black Cadillac, un disco que le había regalado Rossane Cash, hija del gran hombre de negro, Johnny Cash, al que también había retratado poco antes de morir, un año antes. “Todas las mañanas iba al granero, lo ponía a todo volumen y me pasaba unos diez minutos llorando antes de empezar a trabajar preparando la edición de las fotos. Lloré durante un mes. No me di cuenta hasta más tarde de que el trabajo del libro había intensificado mi aflicción. De todo lo que he hecho en mi vida, ésta es la tarea que más se ha acercado a mi esencia”.
Cocaína y falta de liquidez
Annie Leibovitz cumplirá 60 años el 2 de octubre. Nació en Waterbury (Connecticut-EE UU), anda con una cámara al cuello desde hace 35 años y quizá sea el gran icono fotográfico vivo. Condecorada, alabada y con fama de marimandona (exigió a la Reina de Inglaterra un tocado “menos recargado” para una foto oficial), ha tenido dos momentos duros. En 1977, cuando se embarcó en una gira con los Rolling Stones, fue volteada por el rebufo salvaje del grupo y tuvo problemas con la cocaína. En febrero de este año empeñó parte de su obra por unos 20 millones de euros al sufrir una severa falta de liquidez.
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