La terminología académica, como todo glosario gremial, participa de una predisposición a la generalización de los dictámenes que establecen los roles entre el educando y el educador. No se toma en serio un deseable vademeco para la tipología de los docentes (el quemado, el fascista, el calienta sillas, el trepa, el cínico, el predicador, el enseñante, el progenitor, el descalificador…), pero sí se maneja un muy rico y perverso catálogo de alumnos: con necesidades especiales, hiperactivos, con déficit de atención, vástagos, asociales, payasos, outsiders, marginados, ausentes, cerrados…
Algunas de estas categorías, todas tan excluyentes como la Judenstern que los nazis obligaban a los judios a coser en las pecheras, incluso han merecido el dudoso mérito de aparecer en las normas educativas y convertirse en siglas (¡y vaya siglas!, ACNEAE, alumnos con necesidades educativas especiales) para que no tengamos la necesidad de pronunciar cada letra y, por ende, nos sintamos menos culpables del veredicto sumarísimo. Un alumno de este tipo, dice la Ley Orgánica de Educación vigente (2006), es «aquel que requiera, por un periodo de su escolarización o a lo largo de toda ella, determinados apoyos y atenciones educativas específicas derivadas de discapacidad o trastornos graves de conducta».
En los EE UU, donde al menos funcionan mejor que en España en la construcción de siglas y terminología, adjudican a los chicos que no cuadran con la norma —y no debemos olvidar que tienen derecho a no cuadrar— la categoría de at-risk, en riesgo (de fracaso académico). Quienes se oponen a esta estigmatización —porque se preguntan: en riesgo, ¿de qué?, ¿tirarse de un puente?, ¿dedicarse a la especulación bursatil?, ¿alistarse en los marines?, ¿votar a Romney?, ¿emigrar a España?…—, proponen el más constructivo concepto de at-promise, que podría traducirse como prometedor.
Uno y otro término son, por desgracia, etiquetas. Cada uno de los muchachos que tienen el deber obligatorio de estudiar (con frecuencia asignaturas aburridas dictadas desde el pasado más remoto) tiene un nombre propio. Uno sólo.
La profesora de Inglés Amy Anderson decidió devolver a sus alumnos at-risk la dignidad que la etiqueta les había arrebatado. Lo hizo a través del proyecto fotográfico At Risk, with Promise (En riegso, con promesa), al que pertenecen los profundos retratos que ilustran esta entrada de nuestra sección fotográfica de los jueves, Xpo.
Todos son alumnos del instituto Crossroads, de Coon Rapids, una ciudad de 60.000 habitantes en el norte lejano de Minnesota (EE UU). El centro es un alternative high school (instituto alternativo) que ofrece educación no tradicional y de currículo y programas muy abiertos para alumnos de riesgo. Anderson empezó con el proyecto en las clases de fotografía del curso de 2007 y le acaban de otorgar una ayuda pública —también en eso los yanquis ya nos ganan de calle— para que prosiga con la idea fuera del ámbito escolar.
Ninguno de los chicos y chicas de las fotos había sido capaz de permanecer en un centro educativo tradicional antes de matricularse en el Crossroads. «Algunos son adolescentes brillantes, amables y comunicativos. Otros, víctimas de abusos, toxicómanos y rabiosos. Muchos son ambas cosas. Ha sido un gran honor compartir mi vida con ellos durante los últimos cuatro años», explica Anderson en el statement del proyecto.
Aquí están, en la zona de fumadores anexa al instituto, ante una cámara de film, posando tras pactar, negociar y discutir de igual a igual con la fotógrafa la imagen que deseaban transmitir y sometiéndose al lento proceso previo de la medición de luz, la búsqueda de cuadro, las pruebas…
«Intento mostrar a estos chicos de una forma en que la gente nunca los ha visto. Muchos adolescentes se sienten desconectados y no son capaces de apreciar su potencial y sus valores (…) Están en el inicio de un viaje y todos transportan las heridas y temores del pasado. Siempre tendré mi objetivo dispuesto para ser una herramienta que les permita autorretratarse, tener una nueva visión de ellos mismos«, explica la profesora-fotógrafa que ha logrado mostrar sin estigmas ni etiquetas a los muchachos de riesgo.