Pese a los dictados de la razón (somos la capital europea más contaminada), en Madrid ya han florecido los almendros. Parecen los brazos largos de la primavera adentrados en el invierno extremo.
Lo comprobé esta mañana, en el barrio alto al que acudo para pasar consulta con el siquiatra que me ha asignado la mutua laboral de mi empresa. Ya lo he mencionado aquí: se apellida como un ex presidente colombiano y tiene las manos de piel de almendro de quien nunca ha fregado la vajilla.
La zona es uno de esos distritos de rudimentaria asepsia: edificios acristalados, delegaciones de empresas transnacionales y vehículos redondeados, sin arista alguna.
Un lugar donde es fácil sentir las bofetadas de muchos verbos conjugados en imperativo.
Me sobraban algunos minutos antes de la cita -siempre me adelanto, crisis de anticipación, lo llaman- y lié un Pueblo en la acera.
Con la primera calada y el primer humo, siempre una plegaria sucia exhalada hacia el cielo, vi el almendro florecido.
El advenimiento de la primavera no fue la única consecuencia de la percepción celeste: hoy es 11 de marzo, 11-M, el día de la gran boca de lobo.
Hoy es 11 de marzo, cumpleaños de mi niña, Alicia, la corazón tan amplio como el cielo, la que, como puede comprobarse en la foto, lucirá la mirada heredada de su padre en todas las primaveras por venir.
Cuando hace seis años la llamé para felicitarla, mi hija lloró al teléfono:
Ahora todos nos acordaremos de lo que pasó el 11 de marzo, el día de mi cumpleaños.
Sobre los devorados por el lobo en aquella mañana de almendras amargas escribí algunas de las piezas más duras (y dignas, creo) de mi carrera periodística. La llama electrónica de internet permite que sigan ardiendo en un rincón mortuorio.
Dentro de unos minutos llamaré otra vez a Alicia.
¿Cómo se entrega por teléfono una vara de almendro florecido?
Es un putada que para alguien tan joven el día de su cumpleaños coincida con el recuerdo de semejante barbaridad.
También hoy es el cumpleaños de mi padre, que además se jubila. Tiene almendros que sólo visita dos veces al año: cuando florecen y para cosecharlos. Una vez me dijo que era una pena que nunca pudiera verlos florecidos (me gustan), no sabía si podría llegar bien una rama si me la mandaba por mensajero, demostrando una ternura inédita en él hasta entonces. Así supe mejor lo que ya sabía de él desde hace mucho.
Me gusta la coincidencia de tu rama y la suya, por eso te cuento…
Volveré a leer tus crónicas.
Hablabas de reincorporarte al trabajo. ¿Vas a hacerlo? ¿Estás mejor?
Cuídate con cuidado. Un abrazo!
Me alegro por la jubilación de tu padre (y por su cumpleaños) y por el secreto que supiste adivinar en su rama de almendro.
También a mí me gustan las coincidencias ‘causales’. Creo que dan sentido, que son la hebra que sostiene el entramado…
Aún no me siento capaz de afrontar la reincorporación. Necesito al menos dos semanas seguidas de estabilidad antes de atreverme. De lo contrario la recaída podría ser dura.
Hola Canto:
Disculpen si disento con ambos: no comprendo que culpa tiene la niña de cumplir años un día fatal para otros. Debemos impedir que lleve esa carga -ella y cualquier niño-, pues de no hacerlo los «lobos» habrán logrado que la bomba explote cada año, por siempre.
De alguna manera, deberías llamar a tu hija y que sea un festejo el haber nacido un día como hoy, no un obituario por culpa de los inciviles.
Perdona si me he pasado tal vez, pero es lo que pienso.
Agrega una coincidencia «casual»: mi padre (jubilado) tiene una hija en Madrid, con familia, hijos y todo eso. Llora en secreto conmigo cuando podemos vernos, porque sabe que un día morirá aquí, sin verla.
Ey, Canto:
Disculpa, si me he pasado.
Tienes una hija hermosa, te felicito. Mándale cariños por favor.
No te has pasado.
Ya no es una niña: tiene 21.
Aquel día nos marcó a todos, lo queramos o no.
Es cierto lo que dices, Jose. Me gusta lo de la hebra que sostiene el entramado. Cuando me ocurre tengo la impresión de que mi línea y la del mundo se cruzan, me gusta pensar que en esa sincronicidad (un poco a lo Jung) hay algún sentido oculto.
Me gusta tu hija oculta, sin conocerla parece que esta foto la define bastante bien.
Lo de la estabilidad es cierto, tómate tu tiempo.
¡Qué bien marcharían algunas cosas si los ‘ecólogos’ de la mente hubiesen enterrado a Freud y seguido a Jung!
Urban… Supongo que Alicia lo tiene perfectamente superado, no es algo que vaya a llevarse como una losa. Pero ese día fue terrible y aquí lo vivimos como un antes y un después de algo. Además a lo que ocurrió siguió un vergonzoso proceso de investigación, muy sucio, muy politizado, con una falta absoluta de decencia.
Me gusta que su hija se llame Alicia…Si, si me gusta, Alicia en el huerto de los almendros.
..
Cuando era niña miraba los almendros del valle de San Joaquin llorar en la madrugrada. Su llanto duraba todo el otoño. Mi padres nunca esperaron la primavera. Nunca los ví florecer.
Gracias, Alicia.
Her name is Alicia not for family reasons. There’s no other Alicia in her ancestors. She’s Alicia for Lewis Carrol’s…
When I saw her for the first time, the night she were born, the nurses had put around her head a gauze pink ribbon.
«Es preciosa», dijeron.
I agree.