«Soy Homer, el hermano ciego». Hay una bíblica (y también melvilliana) simpleza en la frase inicial. Es un anuncio de lo que vendrá: la dependencia categórica entre los hermanos Collyer. Homer y Langley, personajes reales —estrafalarios, acumuladores compulsivos, millonarios, aislados por voluntad propia en una casona de Harlem— sirven al siempre subyugante E. L....
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