Desde que vivo en esta ciudad yacente y aplanada como los mundos de fiebre que pintaba De Chirico, artista del aburrimiento existencial, he estado a punto de morir atropellado varias veces. Los culpables, porque cada vez me ralentiza más la ciática y ninguna imprudencia cometí como peatón, no fueron, como podría deducirse de una...
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