Sólo de algunos puedo dar razón: la yonqui tras el perro («no quiero que se vean mis dientes»), la soledad cotidiana del jorobado en el parquecillo frente al Congreso, el asco de la dama londinense hacia la pareja melosa («algunos se meten la lengua hasta la garganta»), la bella madre soltera postadolescente, la extravagante...
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