Guapo como Barbie, triste como el jazz

23/12/2010
Chet Baker

Chet Baker

Estreno en España de Let’s Get Lost, el premiado documental de Bruce Weber sobre la vida desmesurada de Chet Baker, el  lánguido trompetista y cantante que acuñó el término cool.

El hombre había caído desde la ventana de  la habitación C-20 de la tercera planta del hotel Prins Hendrik, en el centro de Ámsterdam.

El cadáver, en posición fetal y vestido con una camisa de manga corta y un pantalón pitillo a rayas, fue encontrado en la madrugada del 13 de diciembre de 1988.

La cara del muerto era irreconocible: se había estrellado contra un bolardo de metal de la acera y tenía el pómulo y el cráneo destrozados. Era improbable aplicarle el titular con el que le había definido un diario: «Más guapo que Barbie».

También las venas estaban deshechas después de casi treinta años de dedicación a todas las formas conocidas de opiáceos, los exquisitos que suministraban los doctores y los venenosos de los traficantes.

En los últimos meses se inyectaba seis gramos de heroína al día y otro tanto de cocaína cortada con barbitúricos o anfetaminas. Cada pico era un infierno de torniquetes y varices esquivas. Había descubierto que el único rincón del cuerpo donde podía chutarse era el escroto.

Embobando a Marilyn
En el cuarto del yonqui, los policías encontraron el equipaje de los resignados a la soledad: unas monedas, un reloj de pulsera, un collar, un encendedor y, porque cada penumbra contiene su propia luz, una trompeta en su estuche.

No había nada más en la habitación, ningún signo que permitiese deducir que aquel hombre era Chet Baker, el único músico blanco apadrinado por Charlie Bird Parker, el inventor del jazz moderno; el trompetista que con su modo atenuado de tocar (algún crítico le llamó «ternura magullada») había embobado a Marilyn Monroe y grabado más de un centenar de discos.

El camino desde el esplendor cool (y entonces el adjetivo significaba refinada elegancia y no, como ahora, sandez trendy) hasta el charco de sangre en la acera es narrado en el documental Let’s Get Lost, dirigido por BruceWeber en 1988 y nunca exhibido hasta ahora en España. La película, nominada al Oscar y Premio de la Crítica enVenecia, fue recuperada el año pasado por el Festival de Cannes.

Baker, un músico de sábanas revueltas y dramática ingenuidad, tocaba en una sordina delicada y cantaba musitando, con una voz suave bajo la cual latía una casi perversa pulsión sexual. En los cincuenta le llamaban «el Shelley del bebop».

Era tan guapo que dolía. Las noches de los clubes de la Costa Oeste eran su territorio. Las mañanas,  unareiteración de mujeres y tostadas con champán.

Nacido en una granja de Oklahoma en 1929, escapó de dos maneras de un padre alcohólico que le maltrataba. La primera, haciendo carrera como delincuente juvenil, robando gasolina para revenderla, no sin antes inhalarla y volar. La segunda, más terminante, alistándose en el Ejército a los 16 años.

Tocó en bandas militares y, tras licenciarse y rodar por todas las jam sessions de Los Ángeles, fue reclutado por el saxofonista Gerry Mulligan para su cuarteto. El éxito del estilo lánguido y ensimismado de Baker fue instantáneo. La heroína también.

"Let's Get Lost" (Bruce Weber)

"Let's Get Lost" (Bruce Weber)

Con las drogas fue un amante voraz y con la misma exageración fue correspondido. Tocaba para pagar y no siempre le alcanzaba. Exigía cobrar en efectivo a cambio de renunciar a los futuros derechos de autor. Un traficante al que adeudaba dinero le partió una botella en la cara en 1966. Baker tuvo que aprender a tocar la trompeta de nuevo: con la dentadura postiza sus canciones se desvanecían aún mejor.

Le metieron en la cárcel en ambos lados del Atlántico y las brigadas de narcóticos de vario spaíses le tenían echado el ojo. En Italia, su refugio favorito, un juez le llamó «cara de ángel, corazón de demonio» antes de condenarle.

Cuando cayó del tercer piso del hotel holandés (nunca llegó a determinarse si por accidente o decisión propia) estaba a diez días de cumplir 59 años. Dejó tres esposas, otros tantos hijos, cientos de amores correspondidos y muchas de las grabaciones más bellas del jazz.

El New York Times publicó un obituario cruel: «Algunas veces cantaba y parece queatraía al público femenino».

Speedball, mujeres y coches

Bruce Weber (fotógrafo de estrellas y top models) estaba acabando el montaje de Let’s Get Lost cuando Chet Baker se mató en Holanda.

El documental se convirtió así en un réquiem sobre el último año de vida del músico, que habla ante la cámara, con una cruda y doliente sinceridad, sobre sus grandes aficiones: la letal a las drogas, sobre todo al speedball, combinado de heroína y cocaína, y las menos peligrosas a los Alfa Romeo y las mujeres.

Weber, admirador confeso de Baker y su personalidad carismática e introvertida, frágil y altanera, pagó de su bolsillo el entierro en Los Ángeles del trompetista, que murió arruinado tras vivir a demasiada velocidad.

El director se había inspirado en la belleza de fría sexualidad de Baker para los anuncios homoeróticos que realizó para Calvin Klein durante la década de los años ochenta.

[Esta pieza fue publicada el 3 de septiembre de 2009 por el diario 20 minutos. Aquí la puedes leer completa en PDF]

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7 Responses to Guapo como Barbie, triste como el jazz

  1. laura on 24/12/2010 at 09:00

    Paging through a book about jazz musicians at the local public library many years ago, I came across a photo of Chet Baker. Was he an angelheaded hipster? I don’t know, but I was in love! I checked out that old, thick jazz book, placed it in my bike’s basket and pedaled home as fast as I could. Fuck, his beauty made girls’ legs tingle.

    It wasn’t until I watched Weber’s documentary that I heard Chet Baker for the first time. I liked the film, but it reminded me of a looooong commercial for Guess jeans.

    His music didn’t dissapoint.

    Thanks for the chet baker memory.

  2. Eva on 27/12/2010 at 09:08

    Adoro esa «dramática ingenuidad» de Baker… cuántas noches ha musitado la belleza de sus canciones en la penumbra de sábanas revueltas como si estuviera susurrándome al oído…
    Tuve la rara oportunidad –vivo en Valladolid…– de ver el magnífico documental de Weber y quedé conmocionada. Magnífica reseña, José.

    • j.a.g. on 27/12/2010 at 13:31

      Tienes razón: Chet tiene la capacidad de ser la voz que todos queremos escuchar entre sábanas. El documental de Weber, tan crudo, es un bellísima metáfora de esa capacidad y el precio a pagar por atesorarla.

      • gaby on 10/07/2014 at 15:28

        Muy buena síntesis ! – La capacidad de ser la voz q todos queremos escuchar entre sábanas-

  3. […] camerinos, buscando, forenses, la última ampolla de Palfium que se inyectó otro habitual, nuestro Chet Baker, juzgado y condenado por falsificar recetas, porque estaba, otra vez y como siempre, “solo y […]

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